viernes, 21 de septiembre de 2012

Del altiplano francés a Tilcara

 “Llegamos a Tilcara en Semana Santa de 1985 y vivimos con mi esposa Susana en una casa que nos prestaron”, cuenta Roger Moreau, un francés de 74 años. 
   “Veníamos de 15 años en
comunidades del movimiento gandhiano, experiencia militante por la no violencia, autogestión y participación”, afirma....


    “En aquel momento había sólo tres extranjeros en Tilcara, uno era el cura Eloy Roy (ver aparte), con quien compartimos trabajos sociales. Además, mi esposa comenzó a coordinar talleres de música y en 1989 formamos el Centro Andino para la Educación y la Cultura (CApEC). Antes, habíamos despleados proyectos con el músico Miguel Angel Estrella, de la Fundación Música Esperanza”.
    “En Francia, vivíamos cerca de una ruta 9, como la de aquí. También teníamos una casa sobre la falda de una montaña y en los años 70 defendimos 14 mil hectáreas de Larzac que querían ser quitadas a los pobladores por el gobierno para ampliar los campos que usaba el ejército para hacer pruebas. Como lo hacen los pueblos originarios de la Quebrada, allá se peleaba por el territorio”, remarca Roger.
      “En Francia había hasta los años 60 un campesinado, llamado la Vieja Francia, de derecha y respetuoso de las autoridades eclesiales y muy conservador, pero con el levantamiento todo cambió”, explica al nombrar ese momento efervecente. El fin de la guerra de Argelia (1962) y el estallido del Mayo Francés (1968) desatan el descontento y se busca transformaciones sociales.
     “Nacido en Limoge, sur francés, resalta: “Me crié cerca de Los Pirineos y con Susana vivimos en una meseta calcárea, parecida a la Puna. El suelo es menos árido y se crían ovejas y pocos cultivos. Ya estabamos en una comunidad gandiana, fundada por el Lanza del Vasto (1901-1981)”, filósofo poeta artista y actvista de la no violencia y el activismo ecológico”.
     Larzac es una zona pobre del sur francés, en la que el ejército de De Gaullé intentó lextender sus tres mil hectáreas a unas 14 mil, para sus bases de entrenamiento y producción militar. Decían que era una zona desértica y que no se afectaría a poblados. Pero, los campesinos advirtieron que el poyecto terminaría con la producción de 350 toneladas de queso Roquefort, que se obtenía de la cría cabras.
     “La lucha por el territorio unió a distintos sectores y con grandes diferencias ideológicas: de extrema izquierda, pacifistas, ambientalistas y todo una franja de críticos al sistema”, relata Roger. “Hasta teníamos un periódico”, agrega. A inicios de noviembre de 1971, unos seis mil campesinos comenzaron una larga macha, que tras un despertar furioso se apoyó en la no violencia. Desde tractorazos o una movilización que en 1974 convocó a unas cien mil personas en un acampe, donde no faltaron originarios de EEUU, sindicatos y nacionalistas corsos e irlandeses. No faltaron choques con las tropas y hasta llenaron de
     En tanto, se organizaron para aprender cultura orgánica, formar cooperstivas de producción y escuelas campesinas, En 1981, les reconocieron sus demandas y restituyeron el territorio que pasó a ser un bien de tenencia colectiva.
      “Después de 10 años de lucha contra la expansión del campo militar del Larzac, llegó el triunfo para los campesinos en 1981”, remarca. Las acciones no violentas, originales y con gran impacto en la opinión pública, generaron un apoyo nacional e internacional.
     Sobre esas historias de pueblos que defienden el territorio donde viven, sea en Francia o Jujuy, el hombre sostiene: “Lo que no sale de la gente no sirve, no se usó la violencia sino la participación. Por eso las comunidades de base apuntaban al protagonismo de las comunidades, es lo revolucionario, como lo planteó también el obispo Angelelli, quien no mandaba desde la Iglesia porque estaba junto a su pueblo”.
      De todas formas, admite que “hay un etnocidio porque las mineras y monocultivos arrasan con la gente y los jóvenes se van de sus tierras. Pero la lucha pacifista y de estrategias técnicas y espiritualidad es el elemento creador y socialmente fundador que construye a una comunidad cuando se une para enfrentar un ataque natural como el frío, el viento o agresiones de la sociedad global. También hay brasas debajo de las cenizas, que al removerlo vuelve a prender”.

Identidad quebradeña
      Con el apoyo de instituciones internacionales pusieron en marcha numerosos proyectos y programas para apoyo de la comunidad quebradeña. “En Francia conocimos al célebre músico Miguel Angel Estrella, cuando estaba exiliado lo invitamos a tocar en un acto de los campesinos y entonces ensayaron y vivieron un tiempo en nuestra casa junto a los músicos del Tata Credrón”, resalta.
    En la casona sobre la calle principal – Belgrano 547- que pertenecía a una vieja familia de la capital jujeña, “el centro cultural busca brindar herramientas para que se pueda defender con técnicas modernas la cultura de la región”, afirma Roger. Dirigido por su esposa Susana, “unos 90 alumnos participan en la escuela de música, teatro, plástica y también nos proyectamos al campo. Además, desde nuestra tecnicatura de formadores musicales se graduaron ya unas treinta persona”. En la carrera, al aprendizaje de ejecución de instrumentos se le suma la teoría y lecto-escritura musical, además de materias de sociologia, antopología y diseño y evaluación de proyectos socioculturales.
  En lo referido a su grupo musical, el centro ya grabó 5 discos y “trabajamos con chicos, de Chile Bolivia y Argentina en la Embajada Musical Andina (EMA)”, resaltan.

La sabiduría del campesino

“En Tilcara -admite Roger- vivo algo muy parecido a la experiencia en la lucha de los campesinos franceses. También las comunidades, como ellos, viven en contacto con la naturaleza y por eso tienen uns sabiduría especial. El agua parece que duerme pero e levanta con el viento. Aquí la gente es callada, pero cuando dice que no, es no. Pero acá es todo más que allá, el territorio es más grande, más alto y más silencioso. Pero también la gente es más alegre y tiene mucha chispa, humor y vive con lo mínimo en lo material, con lo mínimo”.

También adelanta que esa forma de ser del hombre de la Quebrada, se verá en la película “El último arriero”, que filmó su hijo Blas, sobre un pastor de llamas y ovejas que a más de 3.500 metros de altura vive en la puna jujeña arreando llamas, ovejas y del trueque. “Vive en un despojamiento total, duerme afuera y tiene una gran fortaleza, aguante, y la clave es su respeto por el otro”, explica.

La Virgen del pañuelo blanco

“Cuando llegamos a Tilcara conocimos a Eloy Roy, un sacerdote canadiense del Movimiento del Tercer Mundo. Nos hicimos amigos y trabajábamos juntos. Yo no estaba en la pastoral pero si en las tareas sobre producción”, cuenta Roger.

“Era un cura que había sido misionero en Honduras , en las comunidades eclesiales de base, en eso acordamos por ser experiencias con algo en común”, explica.

“El contaba que se sorprendió cuando halló que en Humahuaca, los padres claretianos usaban cuadernos que publicaban en 1964 en el sur hondureño. Recorrió Tilcara, conoció a la gente y fue querido”.

Eran los años duros de las leyes de la impunidad, en 1988 y –cuenta Roger-, Roy le pusó un pañuelo blanco en la cabeza de la Virgen Dolorosa de la iglesia de Tilcara.Por interpretar que el dolor de la Virgen era como de las Madres de Plaza de Mayo, su orden religiosa lo castigo mandándolo a la China. Pero volvió a los diez años y fue muy bien recibido”.