El muy sagrado espacio de los 
recreos tiene nombre y apellido en la escuela “Cacique Pelayo”, de Fontana 
(Chaco). El patio fue llamado “Eugenio Leiva”, padre de tres chicos del colegio, 
ex combatiente de Malvinas y vecino qom. 
      “Fue 
una sorpresa muy emotiva este reconocimiento”, dice Leiva, de 50 años. “Tenía 
siete compañeros qom, de distintos lugares del Chaco y ahora queremos armar un 
encuentro de veteranos de nuestra comunidad”. 
 Para María Eugenia Marquéz, directora del nivel 
secundario: “la idea y el acto para bautizar y homenajear a Leiva 
 surgió al repensar los objetivos institucionales. Queríamos 
celebrar un acto patrio sin dejar de cuestionar tratamientos de la historia 
argentina y la cuestión indígena. Buscamos romper la estructura y la forma 
protocolar. Así trabajaron los profesores de Historia y Antropología. Los chicos 
vivieron el momento al igual que Eugenio y se emocionaron. Le escribieron cartas 
y algunas las leyeron ante él”, resaltó.  
            En 
tanto, el investigador Marcelo Valko, remarca: “Quienes asistieron al homenaje 
sabían que eran parte de un momento histórico que tiene que ver con el complejo 
proceso de concientización de los pueblos originarios que va fragmentando el 
cerco de invisibilidad impuesta tras siglos de oprobio”. 
            
En el encuentro impregnado de dolor, pero también del emotivo rescate de 
la memoria, el 8 de junio último, el qom silenciado volvía del olvido y la 
guerra para proteger los juegos y sonrisas de los chicos. Así, Leiva admite: “Espere 30 años pero este día llegó y doy 
gracias a la vida por poder disfrutarlo. Quisiera volver a Malvinas sin armas y 
abrazar a los compañeros que cayeron”. 
            Leiva, 
quien vive en una “casita”, otorgada por la provincia, con su esposa, sus tres 
nenas y un varón, que van a la escuela”,  explica: “En Malvinas 
teníamos dos enemigos: a los ingleses en frente y más cerca a nuestros jefes. En 
medio de ese frío nos hicieron bañar  al aire libre, donde lavan a 
ovejas y entre la helada y la nieve. Vi camaradas estaqueados en plena nevada, a 
otros le quitaban la ropa y los azotban con un cinto, por robar un pedacito de 
pan o de carne”.      
           “El armamento no servía, era viejo 
_agrega_, pero seguimos hasta la rendición. Luego nos trajeron en el buque 
inglés Camberra, pero en Campo de Mayo los militares nos advirtieron que al 
tomar contacto con los civiles debíamos silenciar algunos temas. Muchos no 
pudieron ni hablar sobre la guerra, algunos recién lo hicimos a los tres o 
cuatro años”.  
           “Antes estudiaba, pero al volver me 
quedé en casa incomunicado, sin contacto con nadie, me molestaba todo y no podía 
dormir. Me ayudó mucho mis familia y el tratamiento psicológico. Pero aún hoy 
sufro dolores de espalda y debí retirarme del trabajo de empleado público”, 
cuenta Leiva.   
           El acto fue coordinado por la 
escuela, la organización Napalpí y avalado por  Educación  
del Chaco y el municipio de Fontana. También participó Juan Chico, “un 
historiador y militante qom contra la desmemoria que viene recopilando 
testimonios orales de abuelitos que sobrevivieron a la matanza de Napalpi y El 
Zapallar”, explicó Valko, autor de “Pedagogia de 
la  desmemoria. Crónicas y estrategias del genocidio invisible”, 
2010.
Invisibilizados
 Chico, también presidente de la Coordinadora 
de Comunicación Audiovisual Indígena de Argentina, remarcó: “Desde hace muchos 
años venimos luchando por el reconocimiento de nuestros hermanos que 
participaron en aquella histórica gesta”. El historiador de 34 años y autor del 
libro bilingüe “Napalpi la voz de la sangre”, agregó: “Es la primera vez en el 
país que se reconoce oficialmente, y en vida, la participación de un integrante 
de los pueblos originarios en la Guerra de Malvinas. Tuvimos activa 
participación en hechos histórico de este país, pero siempre quedamos 
invisibilizados por quienes relataron la historia”.
   
  En tanto, Valko asegura: “El país quedó en 
manos de grupos que diseñaron un país para pocos, enquistado en la renta de la 
aduana de Buenos Aires, dando la espalda al interior y al resto de 
Latinoamérica. De ese modo, invisibilizaron a los indígenas y reintrodujeron la 
esclavitud tras las sangrientas entradas ejecutadas en la Patagonia y el Chaco, 
con el cruel reparto de indios”.
            “El homenaje a un qom que luchó 
en Malvinas, al igual que quienes lo antecedieron en nuestros ejércitos 
revolucionarios que cruzaron America para llevar la libertad a sus hermanos, 
recupera las mejores tradiciones de Mayo. Y nos recuerda que las Malvinas, 
Argentina y América antes de pertenecer a los países que marcaron fronteras 
arbitrarias, son pre existentes a los Estados. El suelo, la tierra, la Pachamama 
siempre fue, es y será originaria”, sostiene Valko, 
Un proyecto intercultural 
    “La escuela tiene  400 
alumnos. En el secundario son 173 chicos y un 42 por ciento es qom. En los 
niveles más bajos entran más chicos, como también algunos profes de la 
comunidad”, señala  Marqués, directora del nivel superior. 
       Desde diciembre de 1995, e impulsada 
por curas franciscanos, concurren alumnos del barrio Pelayo, habitado por unos 
2.500 qom. Llegaron tras migraciones internas generadas por la pobreza y la 
expulsión de áreas rurales de la región, desde que en 1884 el ejército nacional 
emprendió la llamada Conquista del Chaco.
    Los qom pertenecen al grupo étnico y 
lingüístico guaycurú, como los pilagás, mocovíes, kadiwéos y los antiguos 
bipones, mabyás y payaguás.
   Qom, significa “hombre” en idioma 
ntokóit,  la palabra “toba” es del guaraní: “rostro grande”, como 
así les decían por las anchas frentes que les quedaban al raparse parte del 
cuero cabelludo.
    El Gran Chaco o “país de las cacerías”, 
en quecha, abarca los actuales Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina. Se hablan 
unas 30 lenguas preexistentes al portugués y el castellano y en parte de Formosa, Chaco, Salta, Santiago y Santa Fe habitan cerca de 
nueve pueblos originarios, con lenguas mocoví, pilagá, qom, chorote, wichí, 
vilela, tapieta y ava-guaraní.