martes, 19 de febrero de 2013

El Ñato Garbarino: a 36 años y sin olvidos

Recordatorio en Página /12 (19/2/2013

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Compartimos las mañanas en el colegio Euskal Echea y nos ilusionabamos con un país sin autoritarios. El Ñato Antonio Garbarino era un pibe integro, pero el 19 de febrero de 1977, a los 20 años, fue otra víctima de la dictadura cívico militar. Pero no olvidamos ni perdonamos ... (ver nota publicada en el diario La Capital en 2012



Cerca del Botánico porteño, el 19 de febrero de  1977
 fue secuestrado Antonio Alberto Garbarino, tenía 20 años, estudiaba Física Nuclear y era empleado y delegado gremial en el Hogar Obrero. 
Las huellas de su historia parecían perdidas, como deseaban los represores, pero tras 35 años, ex compañeros del colegio secundario,  algunos de sus familiares y militantes recuperan hoy su memoria. (publicado 19/2/2002 en el suplemento Señales del diario La Capital, Rosario

   Luis María Pagella, su primo, relata: “en 1977 yo trabajaba en una fábrica porteña y una tarde fuimos con Antonio a tomar un café a un bar de San juan y Boedo. Tras sentarnos  llegaron milicos vestidos de verde, nos sacaron a todos a la calle y miraron con atención a Antonio”.
 “Me quedé con miedo y volví a mi ciudad Daireaux. Antonio no viajó, pero me acompañó a la estación.  Cuando él también subió al tren, desde el andén nos miraba un tipo, después entró al vagón y lo estudió. Luego el hombre se fue y el tren partió. Ya en mi pueblo, perdimos el contacto con Antonio, én no me dijo que lo buscaban, quizás no lo sabía. La cara de ese que nos vigilaba no  la olvido, espero cruzarlo alguna vez”, afirmó el hombre de 55 años, director del semanario “Ahora”,  en Daireaux, centro oeste bonaerense.                                                                        
   “Mi querido primo, amigo y compinche, era muy inteligente y bohemio”, señaló. “Tras el secuestro, su madre, Benita Josefa Pagella “Pepa”, se mudó a Henderson (37 kilómetros de Daireaux) con su hermana y luego se trasladó  a nuestra ciudad, no quería vivir con nosotros y fue a un geriátrico. Falleció en diciembre de 2011, tenía 90 años y estaba mal, siempre la visitaba y me llamaba Antonio, me confundía con su hijo. Era muy doloroso todo”, admite Luis.
“Ella había luchado y denunciado la desaparición de Antonio, y hasta llegó a hablar con el ministro  Harguindeguy”, agregó.


El colegio vasco

De Miserere a Llavallol, casi dos horas viajaba todos los días Antonio para ir al colegio Euskal-Echea. Se recibió en 1974 y fue uno de los mejores promedios, muy solidario y buen compañero. 
"Al Ñato (apodo por su narizota)  le gustaba  Matemática y Física. En tercer año, luego que un cura explicó los tipos de poleas, Antonio le preguntó qué pasaba si las poleas eran ovaladas, lo que nos dejó perplejos a todos. Siempre fue el más crítico”, dice Pablo Tagliani, uno de sus compañeros.
“Tanto le gustaba Matemática, que había compuesto una cancioncita para festejar cada vez que teníamos esa materia", recordó. Además de  explicar fórmulas y ecuaciones, enseñaba con  su ejemplo a convivir y compartir.
 “Había creado un “mecanismo nicotínico para encender un petardo y que detone al rato de su colocación. Eso le permitió refugiarse antes del estruendo memorable que produjo una mañana”, recuerda Carlos “Pato” Insúa, otro de la camada.
No era fornido para ser forward, ni rápido como un back, pero se metió en el equipo de rugby de sus  compañeros. Vivía lejos y faltaba a entrenamientos, pero con su actitud y pasión ocasionaba jugadas impensadas por rivales y compañeros.
Antonio salía con Susana y eran inseparables. Al terminar el colegio ya militaba en la Federación Juvenil Comunista. Con un compañero compraban fiambres en el frigorífico del padre de otro y los llevaban en mochilas a sus barrios, Antonio vendía en Once y el otro en Banfield. Los viajes en el 160 servían para discutir política, parecía que la vida era una revolución.

La búsqueda

Al dejar la secundaria cada uno comenzó su camino. Pero en ocasionales encuentros ya inquietaba  la versión del secuestro de Antonio.
El 28 de agosto de 1978, el Partido Comunista (PC), presentó una lista de 102 desaparecidos al entonces  ministro  Albano  Harguindeguy. En 1981, los abogados Carlos Zamorano y Alberto Pedroncini (PC) elevaron una querella que incluía el caso Garbarino, por “delitos de lesa humanidad cometidos en jurisdicción del Primer Cuerpo del Ejército”.
 En tanto, Tagliani recuerda: “en 1982, en una manifestación por los derechos humanos en Capital  vi su nombre en un cartel que portaban jóvenes comunistas”.
El grupo Fahrenheit, que investiga las desapariciones tomó su historia, también es el caso 2036 registrado por la Conadep, donde se indica que no hay testimonios de su paso por un centro clandestino de detención.
En tanto, desde el  periódico Nuestra Propuesta, Emilia Segotta confirmó los datos sobre su secuestro y las denuncias registradas. Además, la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA también lo cita en su lista de desaparecidos.
    Años después, en 1999, al cumplir 25 años de graduados, entre los ex alumnos estaba muy presente la ausencia de Antonio. Entre la resignación y el dolor, ante la posible desaparición de un pibe con quien compartieron el aula en tantas mañana, también surgió la necesidad de indagar para recuperar la memoria e identidad de Antonio, y burlar el silencio, el olvido y la indiferencia que pretendía la Dictadura.
    En el sitio ruedaovaladablogspot.com registraron historias sobre él. Ya en junio de 2009, con Barrios por la Memoria de  Almagro y Balvanera, colocaron una baldosa con su nombre frente a la casa donde vivió, en Irigoyen 3519.

Huellas

Faltaba la historia familiar. Un ex compañero recordó que el presidente de la Sociedad Rural de Henderson  lo llevó a su casa y le presentó a alguien. “No recuerdo si era amiga o prima  de Antonio. Ella creía conocerme y no voy a olvidar nunca su dolor al comprobar que yo era  amigo de Antonio”, relata Daniel Trasmonte.
El contacto con la mujer se retrasó por un equívoco con el apellido del titular de la Rural. Pero, esta semana Sebastián García, entonces vice y ahora presidente de la entidad, confirmó que su antecesor –Oscar Pardo- había reunido a Trasmonte con ese mujer.
    García permitió el contacto con la jueza de Paz de Henderson, Liliana Amalia, hija de Pardo, quién afirmó que esa señora era prima de su padre y mamá de Antonio: la Pepa Pagella, la que  trabajó en una fábrica y en una peluquería, casada con Domingo Garbarino,  trabajador de los subterráneos porteños.
 “Encontrar los rastros de Antonio es hallar un cacho de nuestras vidas que esos turros se llevaron”, dice  Tagliani. Hoy, 19 de febrero, a 35 años de su secuestro, la vida de Antonio es recuperada por quienes siguen escribiendo la historia para que la verdad y la dignidad resistan y no desaparezcan.