La batalla de Sierra Chica fue librada entre las fuerzas del Estado de Buenos Aires al mando del coronel Bartolomé Mitre y la Gran Confederación de las Salinas Grandes, con Juan Calfucurá y Juan Catriel.
Mitre llegaba con dos columnas de 1100 hombres, desde Azul y 25 de Mayo. Prometía "exterminar a los bárbaros".
Por Avkin Pivke Mapu-Komunikación MapuChe
Al llegar a Sierra Chica, cerca de la actual ciudad de Olavarría
se encontró con las fuerzas aliadas de Catriel y Calfucurá. Los Mapuche
derrotaron al coronel bonaerense con su poderosa caballería. Entre los
constantes ataques y reagrupamientos rodearon a unos 60 soldados
bonaerenses forzando a la caballería enemiga a lanzar varias cargas
hasta que esta, muy diezmada, quedo vulnerable al ataque Mapuche.
Mitre
fue forzado a escapar a la Sierra para evitar la muerte mientras
su infantería terminaba aniquilada, su artillería capturada y su
caballería huía en desbanda. Allí tras expulsar al enemigo se atrinchero
con lo que quedaba de sus fuerzas. Sólo la oportuna llegada de policías
provenientes de Tandil le salvaron la vida.
Esta legítima defensa fué para el Pueblo Mapuche la reafirmación del
WallMapu (Territorio Ancestral), que pretendia ser usurpado a sangre y
fuego por la División de Operaciones Sur del ejército argentino. Dicho
despliegue militar estuvo al mando del ministro de Guerra de la
provincia de Bs As, en ese entonces el Coronel Mitre (luego presidente
de la república). "El calendario marcaba 30 de Mayo de 1855. No sólo el
Wallmapu permanecía indómito, además las fronteras con los winka
volvieron a establecerse sobre las mismas líneas que regían antes de
1833, para segura desesperación de estancieros y políticos"
El siguiente es un micro de radio que puntualmente, se refiere a la batalla que
protagonizaron las Comunidades Mapuche que integraban la Confederación
de las Salinas Grandes quienes junto Toki Kalfukura y Catriel derrotaron al wingka invasor.
Sierra Chica, triunfo grande
Ni bien saltó de su caballo, el werken se dirigió a la ruka del toki.
Traía noticias inquietantes: del Kalfü bajaban los soldados... Se habían
dividido en dos columnas. Muchos eran los winka, hasta 400 había
contado el jinete, entre los que marchaban en dirección a las ruka de
Kachul y Katriel. En la otra, eran más todavía y venían mandadas por un
winka importante, porque iba rodeado de muchos jefes y recibía y mandaba
mensajeros todo el tiempo.
El Toki escuchó todo lo que el werken tenía para decirle y al final,
sonrió. El recién llegado todavía no había recuperado el ritmo de su
respiración, cuando ya otros dos weichafe salían disparados, con
mensajes para los demás lonko. Kalfükura reunió a su gente y la puso
sobre aviso. Conocía muy bien al adversario que se le venía encima. El
–por entonces- coronel Mitre, no experimentaba la misma seguridad.
Después de tres días de marcha, el ministro de Guerra de la provincia de
Buenos Aires ordenó a su fracción de la pomposa División de Operaciones
Sur, caer sobre las tolderías de Kachul y Katriel. Así lo hicieron las
tropas porteñas, que rápidamente entraron en los dominios de los mapuche
a sangre y fuego. No repararon que lo hacían con cierta facilidad...
Muchos de ellos se consagraron a saquear cuidadosamente las ruka, como
si el campo ya estuviera a su merced.
Era la distracción que los weichafe esperaban. Cuando vieron que los
winka se dividían y se olvidaban del combate, cargaron contra los
invasores. En breve, los soldados quedaron rodeados, ante la
desesperación del futuro presidente de los argentinos. Sin posibilidades
de continuar el ataque, los porteños se preocuparon por salvar el
pellejo, hasta que la oscuridad piadosa les dio una mano y se
acurrucaron en la Sierra Chica de Tapalqué. Pero lejos les quedaba el
descanso, con tantas chuzas cerca. Aguardaban la llegada de la otra
columna, que tenía órdenes de flanquear a los Mapuche. Pero de esta se
encargó Kalfükura en persona. Cuando los soldados quisieron ver una
polvareda del lado que debían llegar los refuerzos, no tardaron en
toparse con una ingrata escena: los kalfukurache se desplegaban ante sus
ojos, los herían con burlas hacia su hombría e invitaciones a pelear
que no fueron correspondidas.
Escribió el jefe de los invasores, también político, historiador y
periodista: “el número de indios que nos circundaba, sus alaridos
salvajes y su ardor redobló en aquel momento, haciendo concebir la idea
de un contraste. La prudencia aconsejaba la retirada; pero el deber
aconsejaba la permanencia en el campo y fue esta la resolución que
adopté, permaneciendo en la incertidumbre y sobre las armas toda la
noche lluviosa, en que no cesaron un instante los alaridos de los
bárbaros que nos circundaban”.
La victoria fue Mapuche. Como los españoles en Arauco tres siglos antes,
los porteños dejaron las fogatas con suficiente leña para que ardieran
el resto de la noche y se retiraron a pie, inclusive el señor ministro
de Guerra... Toda su caballada dejaron los winka en Sierra Chica, además
de 16 muertos y gran parte de su equipamiento. 234 de los invasores
retornaron heridos al Kalfü.
El calendario marcaba 30 de Mayo de 1855. No sólo el Wallmapu permanecía
indómito, además las fronteras con los winka volvieron a establecerse
sobre las mismas líneas que regían antes de 1833, para segura
desesperación de estancieros y políticos, entre ellos, Mitre.
Eran los tiempos de la unidad Mapuche. De la Confederación Salinera,
como decían los diarios de Buenos Aires... De la independencia y
autodeterminación de un Pueblo que quería seguir con su vida en
libertad, y que encontró en Kalfükura precisa orientación.
30 de Mayo de 1855. Casi 160 años después, el Pueblo Mapuche sigue vivo y recuerda la tradición de lucha de sus fütrakecheyen. |