miércoles, 7 de marzo de 2012

"Perito Moreno: ¿pedestal o prontuario?", por Marcelo Valko

Colaboración del autor de  "Pedagogía de la desmemoria" 
Cuando se habla de las crueldades de la Conquista del Desierto, invariablemente se cae en la figura de Roca y la participación que le cupo a las tropas bajo su mando. Sin embargo, el Ejército no actuó en soledad, muy por el contrario, es apenas uno de los cuatro jinetes del apocalipsis que se abatió con una crueldad innecesaria sobre los pueblos originarios...


 Los otros tres jinetes que completan el cuadro son: el Capital y su hambre de territorios; la Iglesia con su Consejo para la Conversión de Indios al Catolicismo que le dará cobertura religiosa a la captura de miles de prisioneros y la Ciencia que contribuye a otorgarle un barniz científico a la inferiorización del indígena considerado un otro muy por debajo de la escala evolutiva humana.
 En este último grupo, se destaca sin discusión alguna Francisco Pascasio Moreno, más conocido por su alias “el perito”. Dado el breve espacio del artículo, lo acotaremos en algunos puntos.
            Cuando Moreno realiza sus “excursiones” en el sur, aprovecha los ratos libres para escribirle a su padre una serie de cartas donde relata sus andanzas. Dicha correspondencia una vez muerto su padre, quedaron en poder de la familia y al fallecer el perito, su hijo no tuvo mejor idea que compilarlas y editarlas en un libro llamado Reminiscencias de Francisco P. Moreno que los lectores de Otros Territorios pueden hojear en cualquier biblioteca y constatar si son ciertas de mis aseveraciones. De no haber sido por la ocurrencia de su hijo, la correspondencia hubiera quedado en el archivo familiar y quizás nunca hubiésemos tenido acceso y dispuesto de pruebas tan claras y contundentes sobre la personalidad del “prócer”. Transcribo apenas algunos párrafos de una de estas cartas fechada en Azul el 5 de abril de 1875:

Querido viejo:
Anoche al regresar de la estancia de Pinedo, a donde había ido con el objeto de revisar mis cráneos, y ver si estaban en estado de ser remitidos a Buenos Aires (…) Creo que no pasará mucho tiempo, sin que consiga los huesos de toda la familia de Catriel. Ya tengo el cráneo del célebre Cipriano, y el esqueleto completo de su mujer, Margarita; y ahora, parece que el hermano menor Marcelino no vivirá mucho tiempo (…) La cabeza (la de Catriel) sigue aquí conmigo; hace un rato que la revisé pero aunque la he limpiado un poco, sigue siempre con bastante mal olor. Me acompañará al Tandil porque no quiero separarme de esa joya, la que me es bastante envidiada.

            El escrito que acabamos de citar evidencia su predilección por coleccionar restos de indígenas y es apenas una pequeña muestra de su siniestro accionar que lo lleva a saquear hasta las tumbas de los indios amigos, es decir, los colaboracionistas. Años más tarde cuando lo nombran director vitalicio del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, ya posee mil cráneos propios en el “museito” del fondo de su casa que luego “dona” al museo que dirige para que el Estado corra con los gastos para la conservación de su amada colección. Lo que se dice un gesto “altruista”.
            Ciertamente tiene devoción por su enorme muestrario de restos indígenas a los que agrupa y clasifica en prolijas y enormes vitrinas. Tengamos en cuenta que el Museo a poco de ser inaugurado cuenta con diez mil restos esqueletarios que llevan a Sarmiento, (otro fanático de la ciencia colonialista), a escribir que “en el Museo Antropológico poseemos la más completa colección de cráneos Americanos”. Ambos comulgan en el mismo paradigma de civilización o barbarie y de ahí el inocultable orgullo que manifiestan.
            Sin embargo algo empaña y en cierto sentido desanima a Moreno, y es el hecho que a lo largo de América todos los individuos que la poblaron son sapiens sapiens, Aquí nunca hubo australpiecinos, cro-magnones o neanderthales, todos son y somos homo sapiens sapiens, por ende, sus amados cráneos que exhibe con suma prolijidad no son muy diferentes del suyo. Precisamente por eso, las salas donde los presenta tienen el curioso y poco científico titulo de “Los últimamente vencidos”. Algo que pone en evidencia que más que tratarse de piezas fundamentales de la ciencia o eslabones de la cadena evolutiva, son sencillamente trofeos de guerra. Justamente por ese motivo, además de sus cráneos y restos esqueletarios completos, también exhibe cerebros, cueros cabelludos y hasta orejas, todos con su correspondiente número de inventario. Incluso va más allá todavía. Moreno advierte que cuando sus pares europeos lo visitan podría exhibir también especimenes vivos, para que pudieran complementar los registros óseos con mediciones antropométricas tales como membrana interdigital, mediciones de talla, peso, tipologías de cabellos y demás caracteres somáticos como las huellas plantares o el grado de separación del lóbulo de la oreja, entre otros. Tentado por la posibilidad de conseguir especimenes vivos, los solicita al Ejército. De ese modo los caciques Inacayal y Foyel junto con sus familias son trasladados desde el “depósito de indios” de Martín García para instalarlos en los sótanos del Museo.
            La entrega de los “especimenes” al Dr. Moreno, no era más que una devolución de favores. Durante sus exploraciones, el perito había colaborado ampliamente con el Ejército Nacional suministrando importante información que recopilaba en las tolderías que lo recibían. Moreno traza mapas, ubica pasos e incluso diseña planos de botes para que las tropas pudiesen franquear los ríos patagónicos. Como hombre de ciencia es un gran espía del Ejército, por eso quienes lo defienden a capa y espada, justificando el accionar indudablemente racista de un individuo que aseguraba que los mapuches tienen cara de sapo “por que se parecen más a estos animales que a hombres”, señalan que Moreno actuó u pensaba de ese modo porque era un hombre de su tiempo. Creen que ese latiguillo lo exonera en forma definitiva. Nada más erróneo, los hombres de todas las épocas están penetrados y poseídos por determinados paradigmas que se enfrentan a su vez a otras ideas dominantes. La historia es movimiento. Por mencionar apenas un caso, la idea de la esclavitud se enfrentó duramente contra los abolicionistas que también eran hombres de su tiempo, hasta que lograron desterrar la trata. Hoy estamos atravesando precisamente un cambio en el imaginario social que comienza a desmantelar con pruebas tanto héroe construido por las láminas escolares de Anteojito.


Perito Moreno: ¿pedestal o prontuario?
Marcelo Valko

            Cuando se habla de las crueldades de la Conquista del Desierto, invariablemente se cae en la figura de Roca y la participación que le cupo a las tropas bajo su mando. Sin embargo, el Ejército no actuó en soledad, muy por el contrario, es apenas uno de los cuatro jinetes del apocalipsis que se abatió con una crueldad innecesaria sobre los pueblos originarios. Los otros tres jinetes que completan el cuadro son: el Capital y su hambre de territorios; la Iglesia con su Consejo para la Conversión de Indios al Catolicismo que le dará cobertura religiosa a la captura de miles de prisioneros y la Ciencia que contribuye a otorgarle un barniz científico a la inferiorización del indígena considerado un otro muy por debajo de la escala evolutiva humana. En este último grupo, se destaca sin discusión alguna Francisco Pascasio Moreno, más conocido por su alias “el perito”. Dado el breve espacio del artículo, lo acotaremos en algunos puntos.
            Cuando Moreno realiza sus “excursiones” en el sur, aprovecha los ratos libres para escribirle a su padre una serie de cartas donde relata sus andanzas. Dicha correspondencia una vez muerto su padre, quedaron en poder de la familia y al fallecer el perito, su hijo no tuvo mejor idea que compilarlas y editarlas en un libro llamado Reminiscencias de Francisco P. Moreno que los lectores de Otros Territorios pueden hojear en cualquier biblioteca y constatar si son ciertas de mis aseveraciones. De no haber sido por la ocurrencia de su hijo, la correspondencia hubiera quedado en el archivo familiar y quizás nunca hubiésemos tenido acceso y dispuesto de pruebas tan claras y contundentes sobre la personalidad del “prócer”. Transcribo apenas algunos párrafos de una de estas cartas fechada en Azul el 5 de abril de 1875:

Querido viejo:
Anoche al regresar de la estancia de Pinedo, a donde había ido con el objeto de revisar mis cráneos, y ver si estaban en estado de ser remitidos a Buenos Aires (…) Creo que no pasará mucho tiempo, sin que consiga los huesos de toda la familia de Catriel. Ya tengo el cráneo del célebre Cipriano, y el esqueleto completo de su mujer, Margarita; y ahora, parece que el hermano menor Marcelino no vivirá mucho tiempo (…) La cabeza (la de Catriel) sigue aquí conmigo; hace un rato que la revisé pero aunque la he limpiado un poco, sigue siempre con bastante mal olor. Me acompañará al Tandil porque no quiero separarme de esa joya, la que me es bastante envidiada.

            El escrito que acabamos de citar evidencia su predilección por coleccionar restos de indígenas y es apenas una pequeña muestra de su siniestro accionar que lo lleva a saquear hasta las tumbas de los indios amigos, es decir, los colaboracionistas. Años más tarde cuando lo nombran director vitalicio del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, ya posee mil cráneos propios en el “museito” del fondo de su casa que luego “dona” al museo que dirige para que el Estado corra con los gastos para la conservación de su amada colección. Lo que se dice un gesto “altruista”.
            Ciertamente tiene devoción por su enorme muestrario de restos indígenas a los que agrupa y clasifica en prolijas y enormes vitrinas. Tengamos en cuenta que el Museo a poco de ser inaugurado cuenta con diez mil restos esqueletarios que llevan a Sarmiento, (otro fanático de la ciencia colonialista), a escribir que “en el Museo Antropológico poseemos la más completa colección de cráneos Americanos”. Ambos comulgan en el mismo paradigma de civilización o barbarie y de ahí el inocultable orgullo que manifiestan.
            Sin embargo algo empaña y en cierto sentido desanima a Moreno, y es el hecho que a lo largo de América todos los individuos que la poblaron son sapiens sapiens, Aquí nunca hubo australpiecinos, cro-magnones o neanderthales, todos son y somos homo sapiens sapiens, por ende, sus amados cráneos que exhibe con suma prolijidad no son muy diferentes del suyo. Precisamente por eso, las salas donde los presenta tienen el curioso y poco científico titulo de “Los últimamente vencidos”. Algo que pone en evidencia que más que tratarse de piezas fundamentales de la ciencia o eslabones de la cadena evolutiva, son sencillamente trofeos de guerra. Justamente por ese motivo, además de sus cráneos y restos esqueletarios completos, también exhibe cerebros, cueros cabelludos y hasta orejas, todos con su correspondiente número de inventario. Incluso va más allá todavía. Moreno advierte que cuando sus pares europeos lo visitan podría exhibir también especimenes vivos, para que pudieran complementar los registros óseos con mediciones antropométricas tales como membrana interdigital, mediciones de talla, peso, tipologías de cabellos y demás caracteres somáticos como las huellas plantares o el grado de separación del lóbulo de la oreja, entre otros. Tentado por la posibilidad de conseguir especimenes vivos, los solicita al Ejército. De ese modo los caciques Inacayal y Foyel junto con sus familias son trasladados desde el “depósito de indios” de Martín García para instalarlos en los sótanos del Museo.
            La entrega de los “especimenes” al Dr. Moreno, no era más que una devolución de favores. Durante sus exploraciones, el perito había colaborado ampliamente con el Ejército Nacional suministrando importante información que recopilaba en las tolderías que lo recibían. Moreno traza mapas, ubica pasos e incluso diseña planos de botes para que las tropas pudiesen franquear los ríos patagónicos. Como hombre de ciencia es un gran espía del Ejército, por eso quienes lo defienden a capa y espada, justificando el accionar indudablemente racista de un individuo que aseguraba que los mapuches tienen cara de sapo “por que se parecen más a estos animales que a hombres”, señalan que Moreno actuó u pensaba de ese modo porque era un hombre de su tiempo. Creen que ese latiguillo lo exonera en forma definitiva. Nada más erróneo, los hombres de todas las épocas están penetrados y poseídos por determinados paradigmas que se enfrentan a su vez a otras ideas dominantes. La historia es movimiento. Por mencionar apenas un caso, la idea de la esclavitud se enfrentó duramente contra los abolicionistas que también eran hombres de su tiempo, hasta que lograron desterrar la trata. Hoy estamos atravesando precisamente un cambio en el imaginario social que comienza a desmantelar con pruebas tanto héroe construido por las láminas escolares de Anteojito.